TRAS LA FACHADA - focus Jivamukti Yoga - octubre 2016
Los de larga cabellera, los sabios vestidos de cielo, solo llevan togas amarillentas por el polvo. Siguen con fluidez el curso de los vientos, cuando el Señor de la vida ha penetrado en ellos.
Rig Veda (10:136) - Traducción del inglés
Durante un breve periodo de la Edad Antigua, existió un gran faraón egipcio conocido como Akenatón, que estaba casado con Nefertiti, la mujer más hermosa del mundo. El faraón tuvo varias hijas y un hijo, Tutankamón, a quien el destino le depararía notoria fama, aunque esa es otra historia.
El faraón Akenatón fue un reformador religioso. Fue un satyagraha (satya = «verdad» + graha = «atenerse a»). Akenatón tenía una obsesión tal por la verdad que, en lo que respecta a la magnitud de su compromiso con satyagraha, incluso podría haber desafiado a Mahatma Gandhi. Su mayor deseo era ser honesto, permitir la existencia de la Verdad para eclipsar el engaño. Akenatón tuvo ideas radicales para su época. Creía en un único Dios, la deidad de culto representada por el Sol, Atón, cuya luz alumbra a todos por igual y es el origen y sustento de la vida. Pensaba que la creación divina debía presentarse ante Dios sin artificios ni disimulo, desnuda. Por ello tenía aversión a usar ropa. Consideraba que la ropa era engañosa, puesto que cubría el cuerpo y lo ocultaba de Dios. La ropa sembraba discordia entre la gente, creaba una jerarquía entre ricos y pobres que se reflejaba en sus atuendos. Akenatón incluso implementó la práctica de satyagraha en su casa: quitó los techos del palacio para exponer el interior y no ocultar al divino sol lo que ocurría en aquella vivienda construida por el hombre. A fin de propagar al pueblo lo que él consideraba el mensaje de la verdad, él y su familia se presentarían desnudos en el balcón del palacio.
En las ocasiones en que el palacio recibía visitas procedentes de otros países, ofrecía a los visitantes la opción de quitarse la ropa. Un visitante diplomático de la Mesopotamiaescribió en su diario que el único aspecto negativo que podía mencionar de su visita a la ciudad de Amarna, residencia del faraón y su familia, era la tremenda quemadura solar con la que regresó. La filosofía así como las ideas religiosas y políticas de Akenatón no gozaron de popularidad en su pueblo, y el faraón fue asesinado en el decimoséptimo año de su reinado.
Lord Krishna, una encarnación del Dios primordial Narayan de la mitología hindú, que se manifestó en forma humana en este planeta hace más de 5.000 años, también desveló la importancia de Satya y de descubrir el alma. Un ejemplo de ello es la historia que narra cómo Krishna le roba la ropa a las gopis (pastoras de Vrindavan) mientras éstas se bañan en el río. Las gopis se habían quitado la ropa para meterse al río Yamuna. Mientras estaban en el agua, Krishna robó sus saris y se trepó a un árbol cercano al río. Desde allí, gastándoles una broma, les pidió que salieran del agua para saludarlo. Las jóvenes gopis, avergonzadas, se hundieron aún más en el agua para ocultar su desnudez. No obstante, Krishna tocó la flauta y transmitió el conocimiento universal de nuestra relación con Dios, que no necesita ningún tipo de cubierta artificial que tape u oculte la verdad. Podemos desnudarnos completamente frente a Dios y entrar en contacto con nuestra propia realidad. Las gopis escucharon las enseñanzas divinas, salieron del agua y se liberaron de la falsa modestia, las pretensiones y la timidez.
Las prendas son cubiertas. Nos vestimos de acuerdo con nuestro género, etnia, religión, prejuicios y por sobre todo, con nuestros propios intereses. Las historias que contamos sobre nosotros mismos son formas de vestimenta. Quienes no están iluminados se identifican con sus historias: las historias de sus personalidades. Confunden su verdadera identidad con las capas de karmas que han acumulado: su ropaje exterior. Como afirma el famoso dicho: «La ropa hace al hombre». Esto no tiene por qué ser así, cada uno de nosotros tiene la opción de escribir su propia historia. A medida que vamos contando nuestra historia, nos convertimos en la historia. Podemos contar una historia verídica o inventarnos una mentira. ¿Cuán verdadera será la historia que cuentes?
El alma de nuestro ser está compuesta por ananda, «felicidad». Este cuerpo de felicidad está cubierto por muchas capas, todas ellas formadas por karmas, acciones que hemos realizado. Purificar nuestros karmas, limpiar el cuerpo, ese es el objetivo de la práctica de Yoga. Solo a través del amor y la devoción hacia Dios es posible purificar los karmas. Una vez purificados, los karmas ya no nos limitan. Dejamos de estar limitados por el cuerpo, por las capas que cubren el alma, y podemos desnudarnos, andar sin apegos a las falsas identidades que nacen de la ignorancia, de los karmas del pasado. Nos quitamos la ropa y revelamos la verdad de nuestro ser auténtico: felicidad.
Debido al fuerte condicionamiento cultural asociado a la desnudez, quizá hoy no sea práctico ni seguro caminar desnudo por las calles de las ciudades, aunque muchos sadhus vestidos de cielo (ascetas hindúes) y monjes jainistas lo hacen. Debajo de la ropa todos estamos desnudos. Podemos practicar satya y llevar mejor nuestros karmas liberándonos del apego a las historias limitadas. El yoga nos puede ayudar a sentirnos cómodos, desnudos en los cuerpos que cubren nuestras almas.
—Sharon Gannon